Sí a
los recortes. Sí a una sanidad privada. Sí a la supresión de las subvenciones.
Sí a los desahucios. Sí al gasto militar. Sí a las farmacéuticas. Sí a los
impuestos. Leemos estas afirmaciones y nos chocan (puede que alguna no). Sobre todo porque son ejemplos de los “antidogmas”.
Esas afirmaciones que la opinión pública, o lo políticamente correcto, ha ido implantando
en nuestra mente con claro tinte negativo. Pero, antes de llevarnos las manos a la cabeza, podríamos pararnos a pensar
en qué les ha llevado a tales afirmaciones. Si lo hiciéramos, estariamos en la predisposición de entenderlos, y por lo tanto acercarnos a sus posturas
alejándonos de ese dogmatismo mediático actual.
Si alguien dijera: “La
comunicación no pasa por las redes sociales”. ¡Cielos! ¡Qué aberración! Calma,
¿nos hemos parado a pensar porqué lo dice? A este no le valen las frases de “es un tren
que hay que subir”, “hay que estar”, “si no las gestionas estás perdido”… La
persona que afirma así ya las ha oído pero está visto que no le convencen. Pero incluso
sin necesidad de ponernos en su piel, ¿acaso las redes sociales no tienen
peros?
Leo como El Corte Inglés ha sido atacado en Facebook por trabajadores de Iberia por
su apoyo a los recortes en la aerolínea. Según lo que podría decir un experto esto es un desastre que hay que gestionar, pero ¿le ha supuesto merma a El Corte
Inglés en su marca? ¿Ha sido necesaria una enorme gestión para salvarles de tal
ataque? Y si no lo hubieran reflejado los medios, ¿nos hubiéramos enterado?
Pensemos en los fallos de la "gran herramienta". ¿Podremos oponernos contra tanto comunicólogo? Si lo hacemos creo que podremos
devolver a las redes sociales a su realidad, quitarle sus aires de panacea. Pero me da que debo ser uno de los orates que sigue pensando que, en
cuanto a las redes sociales, ni tanto, ni tan calvo. Pero, de momento, por lo que es ahora, lo que me toca es otra cosa.
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